El sistema Institucional de Evaluación
de Nuestra institución es uno de los grandes patrimonios de nuestro colegio.
El decreto 1290 de 2009 abrió las
puertas a que cada institución educativa formulara un sistema institucional de evaluación
que se acomodara a su horizonte teleológico y a su PEI; es así como tras arduas
jornadas de trabajo, en comisiones y en el Consejo Académico en pleno, se aprobó
nuestro Sistema Institucional de Evaluación.
Con el decreto 1290 se atendió el
llamado de docentes, padres de familia e instituciones de educación superior en
torno al daño que le estaba haciendo a la educación la promoción casi automática
que obligaba el decreto 230.
Nuestro Sistema Institucional de evaluación
se presenta como un sistema con un adecuado grado de exigencia, que busca una evaluación
integral, que proporciona al estudiante múltiples opciones para superar las
posibles debilidades académicas y que tiene una estructura de comisiones de evaluación
y promoción que garantizan el debido proceso y la doble instancia en caso de desavenencias
en torno al proceso evaluativo. Nuestro
Sistema Institucional de Evaluación, como normatividad interna, es un sistema
coherente y bien acabado, pero también, si al texto propiamente dicho se le
suman los anexos y las profundas reflexiones pedagógicas que lo sustentan, se puede
decir, que es una cantera conceptual de la que todos podemos aprender.
Los resultados académicos del colegio
en los últimos años saltan a la vista: muchos de nuestros jóvenes ven en
continuar su formación a nivel superior como una opción real y un verdadero
proyecto de vida y en los últimos 4 años el nivel en el ICFES es Alto.
Recordando un poco este proceso con
el ICFES, me atrevo a decir que es evidente el impacto de nuestro sistema institucional
de evaluación:
2007: Bajo, 2008: Medio, 2009: Medio, 2010: Alto 2011:
Alto, 2012: Alto, 2013: Alto.
Un sistema que exige pero a la vez
respeta el debido proceso y garantiza espacios de refuerzo académico reales es un logro que debemos valorar y defender con
nuestro trabajo como docentes, con el compromiso de estudiantes y el apoyo de
los padres de familia, para evitar regresar a los vicios del decreto 230 que, por el afán económico del gobierno, solo se
interesaba en la cobertura y la promoción rápida del estudiante y no en su formación
y preparación para la vida universitaria y laboral que, como todos sabemos, no
alcahuetea la pereza ni la mediocridad.
Avanzar
en otra dirección es poner en grave riesgo los logros académicos ya alcanzados
y retroceder varios años en la construcción de una educación pertinente y con
calidad para nuestra comunidad.
Jesús Villa